
Amigos, en mis venas circula sangre maragata y... chocolate. No sé si estáis al tanto, pero el mejor chocolate del mundo se produce y comercializa en Astorga desde hace décadas y décadas. Bisabuelos míos de ambos lados tenían sendas fábricas familiares de chocolate, de ese chocolate tradicional del bueno, del 'de hacer', del de comer con churros en las frías y oscuras tardes de invierno.
Uno de mis bisabuelos chocolateros desayunó chocolate todos los días de su vida, preparado con agua, como los puristas, y no con leche, esa costumbre amariconada --con perdón-- que adultera el sabor auténtico del chocolate o el café... No sé si esta costumbre haría su vida más feliz o no. Pero al menos sí más chocolateada...
De su lado de la familia, mi lado materno, me llegó la obsesión por el chocolate, el rito con el chocolate, la simbiosis de chocolate y familia. Todos los domingos de mi infancia, adolescencia y juventud desayunamos chocolate, con churros o con roscón o bollo. Todos los domingos. Y la preparación del chocolate es uno de los valores familiares mejor guardados.
En nuestro entorno, los especímenes de mi familia somos, todos, los reyes del chocolate. Mi hermano Contrapunto en su casa, mi hermana en la suya, igual que sucede con mis tíos, primos, etc. Hay toda una jerarquía, y en mi casa la dueña del chocolate es mi madre, aunque a mi padre también le deja a veces.
Punto primero y principal. El chocolate de un chocolatero maragato tiene que ser un buen chocolate... de Astorga. Cualquier otra cosa, cualquier sucedáneo, no vale. Por ello todos tenemos en nuestra despensa nuestras
armas, almacenadas en cada viaje a la
tierrina. Hay unas cuantas
casas que han sobrevivido hasta hoy, como
La Mallorquina, La Maragatina, Alonso, Milagritos, El Arriero Maragato, produciendo chocolate, hojaldres y mantecadas, verdaderas joyas de la corona de lo maragato, además de otros productos de confitería y pastelería. Astorga dispone incluso del único
Museo del Chocolate que hay en España. En él, entre muchas curiosidades, hay etiquetas de las tabletas de chocolate de muchos fabricantes antiguos, como mis dos bisabuelos...
Una vez adquirida la insustituible materia prima (otros chocolates, especialmente los más industriales, son dulzones y no se obtiene con ellos el sabor y la consistencia precisa; son burdas imitaciones...), llega el momento de ponerse a ello.
Es de las pocas ocasiones en que soy el verdadero rey de la cocina...
Si la reunión es de seis personas, por ejemplo, necesitas una buena cazuela donde quepan tres litros de líquido y el volumen del chocolate.
Se pone al fuego la cazuela y se echan tres vasos de agua y tres de leche. Si uno quiere ser purista, todo agua (seis vasos), y si uno quiere puede hacerlo todo con leche. Yo opto por la primera opción, la mixta (debe ser mi alma moderada...). El buen chocholatero suspira por un chocolate en el que, luego, al enfriarse un poquito, la cucharilla se puede tener ella sola en el centro de la taza, en vertical... pero esto no está hecho para mortales y todos tenemos que condescender un poco con aquellos de vosotros que no lleváis chocolate en las venas...
De modo que mi recomendación es tres pastillas por persona, en nuestro caso, pues, dieciocho. Dieciocho pastillas, que hemos de romper un poco con las manos e ir echando en la cazuela mientras se acerca al punto de ebullición. Cuando está todo así troceado y en la cazuela, sacad la batidora y meterla para deshacer completamente las pastillas, que ya estarán un poco reblandecidas, girando siempre en el sentido de las agujas del reloj (esto no sé por qué). Normalmente terminaréis a la vez que se alcanza la ebullición. Pero si no, bajad el fuego, vigilad que no se salga todo...
El chocolate ya está listo. Se deja enfriar sólo un poquito y se echa en los tazones. Yo lo prefiero con unas buenas mantecadas, pero se puede tomar con churros, porras madrileñas, bollo, galletas o el humilde pan. O solo, a cucharadas.
Para facilitar la digestión y evitar acidez, etc., que a veces ocurre, solemos 'lavar' el tazón con leche al final y beberlo.
Es una experiencia que no podéis perderos...