martes, 1 de mayo de 2007

Aceite de oliva aromatizado

Cójase una frasca de pacharán. De aspecto rústico y boca ancha. Una bonita botella. Como pacharán, a mí me fascina la etiqueta negra de Basarana, pero en Madrid es imposible de encontrar. Un pequeño hotel rural, en la entrada de Lesaka, embotella un pacharán casero muy aceptable.

Introdúzcase (el pacharán, claro) en el tracto digestivo, preferentemente por vía oral. Es conveniente dilatar este proceso a lo largo de varias semanas.

Una vez vacía y limpia la botella (y seca), se rellena de un buen aceite de oliva, verde, de sabor intenso. Un monovarietal, vamos. Y ahora viene la duda. Laurel, tomillo, romero, ajo, ñoras…

Introdúzcanse los condimentos elegidos. Cuidado con la guindilla, para que no se pase de potencia. Si pones ajos, vigila el sabor, que puede amargar.

Dos meses después, si vienen los García – Gorrales, de visita, a vaciar tu nevera, procede de la siguiente manera:

En un cuenco hermoso, vierte un generoso chorro de aceite de la frasca. Alíñalo con un golpe de sal, y reparte entre tus invitados grandes porciones de pan rústico, animándoles a mojar. Se pondrán ciegos de pan y aceite aromatizado, con lo que respetarán el resto de tus viandas. Que se vayan a gorronear a otro sitio.
Además, sirve para condimentar todo lo que hagas a la plancha, dando un aroma intenso sin necesidad de añadir más condimentos.

1 comentario:

Blanca dijo...

Ufff, ésto tiene que estar buenísimo, si no fuera porque una se pone ciega de pan y ya sabemos que a partir de los 40, habiendo elegido la cara, este exceso de pan va a invertir la elección al culo (con perdón)